
La línea de los 100 mil muertos es desoladora, golpea por sí sola. Y en rigor, el propio gobierno le había agregado carga simbólica con aquella desafortunada frase presidencial cuando parecía un número imposible y todavía se discutía en blanco y negro sobre salud o economía. Con el paso de los meses, el agravamiento de la crisis y los efectos que pusieron en discusión la administración de las restricciones trazaron un cuadro en el que ya asomaban esas sombras.
El número “maldito” en la visión política ya era un tema de inquietud en el Gobierno, con alguna pincelada de que lo suele ser definido como estrategia en situaciones de crisis. Un intento. Tal vez eso explique la decisión de realizar un homenaje a los fallecidos por COVID-19, hace casi veinte días, cuando se cruzaba la línea de los 92 mil casos. Aquel acto, con presencia de los gobernadores, recibió algunos cuestionamientos como gesto tardío ante la gravedad que exponían las cifras en la escalada de la segunda ola. Otros lo vieron como un gesto de anticipo o admisión del cuadro, aunque no expuso reflexión alguna sobre los pasos dados.
El silencio posterior y sobre todo el de ayer, lo dejó como un hecho aislado. Riesgoso como mensaje. El oficialismo se concentró en colocar la vacunación como eje de campaña, junto con la apuesta a una cierta mejora de la economía en los últimos tres o cuatro meses del año y a medidas puntuales de mayor asistencia, en sentido amplio, como fue esta semana el anuncio de un bono para compensar en parte el ajuste sobre las jubilaciones./INFOBAE